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Sloane Ryan Culture & Media

Soy Una Madre de 37 Años y Pasé Siete Días en Línea Como Una Niña de 11 Años. Esto Fue Lo Que Aprendí.

The Bark Team  |  December 19, 2019

Advertencia: Este artículo contiene contenido sexual y descripciones de abuso sexual a niños que podrían ser perturbadoras para algunos lectores. Los mensajes, imágenes y conversaciones aquí incluidas son reales.

Estoy parada en un baño con el dobladillo de una camiseta azul claro plegado debajo de mi barbilla mientras me pongo un vendaje alrededor de mi caja torácica. El espejo sirve como guía mientras envuelvo una y otra vez los vendajes alrededor de mi sujetador deportivo, ocultando mi pecho. Salgo del baño y encuentro a mi equipo esperando.

“¿Se ve bien?”

Recibo asentimientos en respuesta, y mientras Avery dirige el arte, poso mis brazos e inclino mi cabeza hacia la cámara. Normalmente, no uso ropa diseñada para adolescentes. Normalmente, no uso esmalte brillante en las uñas ni coleteras neón para el cabello en mis muñecas. Normalmente, me visto, supongo, como una madre promedio de 37 años. Pantalones de mezclilla. Camisetas que cubren mi vientre. Zapatos con un soporte razonable.

Reid me toma algunas fotos. Ella se escabulle con Avery hacia nuestro centro de comando improvisado – una sala de comedor readaptada ahora cubierta con pizarras de corcho, mapas, papeles y monitores de computadora. El ceño de Will se frunce mientras edita rápidamente.

Con la ayuda del contexto – ropa, fondo y peinado – y la magia de la manipulación de fotos, ya no vemos mi imagen, la de una mujer adulta con patas de gallo.

Me voy a la cocina para darles espacio. Nos estamos preparando para la parte más difícil del día, que sabemos por experiencia será rápida y emocionalmente agotadora.

“Está listo,” me dice Will desde el centro de comando. Algunos de nosotros nos reunimos alrededor de la pantalla de la computadora de Will y examinamos.

“Sí, yo lo creo,” dice Brian. Brian es el Director Ejecutivo de Bark, la empresa que está encabezando  este proyecto. Bark utiliza Inteligencia Artificial para alertar a los padres y escuelas cuando los niños experimentan problemas como ciberacoso, depresión, amenazas de violencia – o en este caso, ataques de depredadores sexuales. Actualmente, estamos cubriendo más de 4 millones de niños, y analizamos 20 millones de actividades al día. Veo a Brian estudiando la pantalla de la computadora y considero su evaluación. Asiento y suspiro. Yo también lo creo.

Con la ayuda del contexto – ropa, fondo, y peinado – y la magia de la manipulación de fotos, ya no vemos mi imagen, la de una mujer adulta con patas de gallo. Estamos mirando la foto de una Bailey de 11 años ficticia, y no importa cuántas veces veamos esto, los resultados siguen siendo desconcertantes. No porque estemos creando a una niña de la nada, sino porque estamos deliberadamente poniendo en peligro a Bailey para demostrar exactamente lo omnipresente que el problema de depredación representa para la Generación Z.

La mayoría de las niñas de 11 años todavía son preadolescentes. No han empezado a menstruar, y generalmente no utilizan sujetadores con tallas categorizadas por letras y números. Sus pasatiempos e intereses son variados, pero generalmente, no están pensando, en absoluto, en relaciones sexuales u órganos sexuales ni mucho menos en sexo.

Pero sus depredadores sí.

“Gracias, lo odio,” digo citando una frase popular en internet y ganándome una risa de simpatía. El ambiente en la habitación siempre es un poco lúgubre, y las bromas tienden hacia lo macabro. Quizás para un forastero sonarían groseros, pero para cualquiera que esté trabajando codo a codo con nosotros, sabe que es necesario un poco de humor negro para ayudarnos a continuar el día.

Con la foto lista, todos pasamos a la sala de medios donde conecto un iPhone a una gran pantalla de televisión. Nos acomodamos en los muebles y sillones y Nathan ajusta una videocámara a un trípode que apunta directamente al televisor. La evidencia es valiosa, y dejamos las cámaras grabando para asegurarnos de que cada intervención que incluya actividad criminal tenga un rastro digital para nuestros contactos en las fuerzas policiales.

Nathan revisa la iluminación, luego el audio. Josh deja caer un montón de sudaderas en la mesa de centro, y yo le doy las gracias.

“¿Estás lista?” Me pregunta Josh.

“Sí,” miento un poco. Nunca estoy realmente lista.

Durante el día, todos nos ponemos manos a la obra. Tenemos llamadas que hacer, fotos que editar, evidencia que catalogar. Pero en la noche, soy yo la que va estar al frente de la situación. Con frecuencia el trabajo – para ser honesta – es solitario. Aislado. Devastador. Esta noche, comparto la carga, y agradezco la compañía. Pero sigo siendo la que está en la silla caliente.

*  *  *

Hace menos de un año, Brian y yo sostuvimos una reunión donde discutimos sobre cómo hablar exactamente con los padres sobre el acoso sexual en línea. Anteriormente, cuando Bark contaba con un equipo más pequeño, nos encontramos con un caso particularmente angustioso de un depredador en línea que abusaba de una niña de la secundaria. Ella solo tenía 12 años, y este hombre la estaba acosando sexualmente a través de su cuenta de correo electrónico escolar, persuadiéndola para que enviara videos de ella misma realizando actos sexuales. Sabemos que hay gente como él allá afuera, pero nos sorprendió ver la rapidez y destreza con la que pudo manipular a esta niña.

Solo en 2008, Bark alertó al FBI de 99 depredadores infantiles. ¿En 2019? Ese número supera los 300 – y contando. Cada uno de estos casos representa a un niño experimentando un peligro real, y nuestro reto es ayudar a los padres y escuelas a entender esta nueva realidad. ¿Pero cómo contamos historias sin pedirles a las familias que divulguen demasiado? ¿Cómo le explicamos el acoso sexual en línea a una generación que creció sin este peligro? Los números, aunque informativos, son abstractos y fáciles de obviar.

Me sentía frustrada por el problema que enfrentamos, golpeando mi pluma con la mesa de conferencias y pensando en voz alta. “Cuando los padres piensan en depredadores,” le sugerí a Brian, “piensan en alguien lanzando a sus hijos en un baúl y llevándoselos. No piensan en el abuso invisible que ocurre en línea. En un mundo perfecto, compartiríamos una conversación con un verdadero depredador, pero se siente como traumatizar a la víctima una y otra vez…”

Hago silencio. Hemos ido en círculos sobre este mismo concepto.

“¿Y si creamos cuentas falsas para demostrar a los padres lo que puede ocurrir en línea?” Pregunta Brian. Levanto ambas cejas ante la idea. Espero un poco para ver si está bromeando. Pero no lo estaba.

*  *  *

Esto fue hace 9 meses. Desde entonces, hemos creado todo un equipo centrado en la reunión improvisada que Brian y yo tuvimos en esa sala de conferencias. Hemos establecido relaciones de trabajo continuas con todo tipo de agencias policiales gubernamentales que presumen acrónimos de tres letras. Hemos realizado pruebas, hecho contrataciones, y sostenido innumerables reuniones. Hemos visto arrestos y sentencias. Hemos atestiguado en la corte y aportado información invaluable a las investigaciones.

Mi propio rol cambió para dirigir este nuevo equipo de proyectos especiales. Y para preservar la identidad de este proyecto, este equipo de proyectos especiales trabaja en gran medida detrás de escenas y fuera del centro de atención. No aparecemos en el sitio web de la empresa, y las fotos de nuestros perfiles de Twitter muestran objetos inanimados en lugar de nuestros verdaderos rostros. Brian y yo también somos el puente entre el equipo y las fuerzas policiales, sosteniendo reuniones regularmente y dando actualizaciones de estado, asegurándonos de trabajar siempre dentro no solo de sus parámetros, sino de los parámetros de los fiscales. Nadie quiere que nuestro trabajo se vaya a la basura debido a la falta de evidencias o incluso un indicio de inducción.

Aquí, ahora, en esta sala de medios, no es la primera vez que hacemos esto. Ni siquiera es la segunda ni la tercera vez que hacemos esto. Durante los últimos 9 meses, he sido Libby de 15 años, Kait de 16 años y Ava de 14 años. He sido una estudiante de segundo año de preparatoria estudiando la posibilidad de dejarse el flequillo, y una jugadora de lacrosse criada por su tía y una joven emocionada y ansiosa por el baile de graduación.

En este punto, somos veteranos experimentados – pero es la primera vez que usamos un personaje tan joven. Esta noche, mi pecho está fuertemente atado y lenguaje es significativamente menos maduro.

Esta noche, soy Bailey de 11 años.

“Aquí vamos,” digo a la sala.

“Puedes hacerlo, Sloane,” me dice Reid, palmeando mi espalda sin emoción, pero con confianza. La barbilla de Reid es severa y está mirando intensamente hacia adelante. Una abogada con experiencia en derecho penal, Reid se trasladó al sector privado y se unió a Bark cuando lanzó este proyecto. Con el conocimiento de las leyes y su experiencia de trabajo con algunos criminales desagradables, Reid ha sido una excelente adición al equipo. Para un forastero, una palmada en el hombro podría parecer frío, pero viniendo de Reid, se siente como un apoyo genuino.

Pete – un antiguo militar que ahora se dedica a la seguridad privada – quien tiene literalmente tres veces mi tamaño, se sienta en la sala de estar. Esta noche ciertamente representa un riesgo bajo, pero los días que me he sentido verdaderamente asustada, nos aporta un poco de tranquilidad mental a todos.

Subo la foto a Instagram – una selfie inofensiva y genérica de Bailey con una sonrisa de oreja a oreja – y la subtitulo

¡Emocionada por ver a mis amigos en la fiesta de Carly este fin de semana! Seguido de una cadena de emojis y una etiqueta #amigos

La foto se publica en Instagram y esperamos en silencio que algo cambie en la gran pantalla.

Esta parte nunca toma mucho tiempo. Siempre es perturbadoramente rápido.

Al iniciar la semana, durante la primera noche como Bailey, llegan dos mensajes nuevos menos de un minuto después de publicar la foto. Nos sentamos con la boca abierta mientras los números empiezan a aumentar en la pantalla – 2, 3, 7, 15 mensajes de hombres adultos en el transcurso de dos horas. La mitad de ellos podrían ser acusados de transferir contenido obsceno a un menor. Esa noche, tomé un respiro y me senté con la cabeza apoyada sobre las manos.

Nueve meses de esto, y todavía me asombra la amplitud de la crueldad y perversión que veo. Imagino que esta tendencia continuará esta noche.

“Entrando,” dice Avery, y todos miramos la televisión. Las notificaciones de Instagram muestran que Bailey tiene tres nuevas solicitudes de conversación

“¡Hola! ¿Me preguntaba desde hace cuánto tiempo te dedicas al modelaje?

“Jaja, no soy modelo,” escribo rápidamente y presiono enviar.

“’¡No!” escribe él, lleno de falsa incredulidad. “¡Estás mintiendo! Si no, deberías ser modelo. Eres muy LINDA.”

@XXXastrolifer parece tener unos 40 años, pero le dice a Bailey que tiene 19. Cuando ella le dice que solo tiene 11 años, él no se asusta.

El siguiente mensaje es de otro hombre quien saluda a Bailey inofensivamente.

“¡Hola! ¿Cómo estás?”

“Hola, estoy bien ¿y tú?

“Estoy bien, gracias. Eres una chica muy hermosa.”

Escucho a Josh a mi lado murmurar. “Como un reloj”

“¡Vaya, gracias!”

“Es cierto. Me encantan tus fotos. ¿Tu mamá y tu papá te dejan tener novio?”

Bailey dice que no, pero no es algo de lo que hablen mucho. Hago una encuesta entre los padres en la habitación. Están de acuerdo. Tener un novio no es lo más importante para una chica de 11 años.

“¿Tal vez pueda ser tu novio de Instagram si quieres? Depende de ti.

Hago una pausa para responderle a @XXXastrolifer. La conversación termina como la mayoría de ellas – en menos de 5 minutos, le envía a Bailey un video donde se mostraba a sí mismo masturbándose.

“¿Te gusta eso? ¿Habías visto uno de estos antes?”

Pongo nuevamente mi atención en @XXXthisguy66, el novio de Instagram. En cuestión de minutos, escala de un novio de Instagram significa que podemos chatear entre nosotros, enviar selfies y apoyarnos uno al otro” a “Ya que estamos juntos, ¿estás lista para enviarnos fotos sexis uno al otro?”

Ella tiene 11 años y no sabe lo que eso significa. Él envía una foto de su pene erecto, y solicita una foto de ella sin camisa, y le asegura que él puede enseñarle cómo proceder.

“Bueno, a muchos novios les gusta cuando sus novias les dan una mamada. ¿Sabes lo que eso significa?”

“No lo sé.”

“Eso significa que tomas su pene con tus manos y luego pones tu boca encima y lo mamas como mamarías tu pulgar.”

“No entiendo,” Responde Bailey.

“Tomas mi pene. Lo pones en tu boca, y lo mamas.”

“Dios,” Dice Reid, y yo la miro. “La primera conversación sobre sexo de una niña no debería ser con un hombre que quiere abusar de ella.”

Vuelvo la vista a la pantalla.

“¿Pero por qué?

“A algunas chicas les gusta, pero los chicos se sienten muy bien. Eso es lo que les gusta a los chicos. Ahora lo que a los chicos y chicas les gusta hacer juntos es poner mi pene entre tus piernas y empujarlo dentro de ti. Eso se llama sexo. O follar.”

“Oh, aprendí sobre el sexo”

“Cuando puedas envíame una foto tuya sin camisa, o envíame una foto de tu entrepierna. Eso me gustaría mucho.”

“¿Qué tipo de foto? ¿De mi entrepierna?”

“¿Conoces tu vagina? Algunas personas le dicen chocha. Me gustaría verla. Porque es allí donde entra mi pene. Pero también me gustaría ver tu pecho.”

“En realidad todavía no tengo pechos,” responde Bailey. Ella no tiene. Ella utiliza un sujetador de entrenamiento para el ritual y camaradería de uso del sujetador, pero en realidad no lo necesita. No todavía.”

“Está bien. Estoy seguro que igual te ves bien. Aun así te chuparía los pezones.”

“No soy buena tomando fotos del cuerpo.”

“Está bien. ¿Podrías enviarme una foto tuya chupando tus dedos? De esa forma podría imaginarte dándome una mamada como lo hablamos antes. Te enviaré otra foto de mi pene.”

Lo hace.

Salgo de la conversación con @XXXastrolifer para ver otras nueve solicitudes pendientes. Mi teléfono suena fuerte a través de los altavoces, sorprendiéndonos a todos. Es una video llamada entrante de Instagram de un nuevo posible abusador.

Tomo la decisión rápida, dejo caer mi teléfono y me quito la sudadera para cambiarla por una capucha. La habitación sabe lo que estoy haciendo.

“Hagan silencio todos,” dice Nathan innecesariamente. Con mi capucha y la habitación con baja iluminación, inclino mi cabeza para oscurecer mi rostro y responder la llamada. Dominique, a mi izquierda se mantiene preparada. Una ex diseñadora de disfraces, sus habilidades con pelucas y maquillaje son inigualables. Las fotos de mis personajes una al lado de la otra ni siquiera parecen estar relacionadas. Soy latina. Soy asiática. Soy rubia. Soy pelirroja.

Nos saluda un hombre con acento británico, respirando pesadamente y susurrando al teléfono.

“Hola. ¿Cómo estás? Quiero verte.” Él inclina su teléfono y está acostado en la cama sin camisa. Elevo mi tono de voz un octavo.

“Ummmmm. Soy tímida.”

“No, nena, no. No seas tímida,” canta, su voz es suave y persuasiva.

“No puedo soportar esto,” Dice Will, y sale de la habitación, negando con la cabeza.

*  *  *

La regla en Bark es que podemos tomar un descanso cuando queramos. Podemos salir cuando lo necesitemos. Podemos tomar un respiro; podemos programar una sesión de terapia. Incluso podemos rotar al equipo.

Eso me incluye a mí, y yo soy el rostro (manipulado) de nosotros.

Después de dos horas y media, tuve siete videollamadas, ignoré otro par de docenas, chateé con 17 hombres (algunos que ya habían enviado mensajes antes, preparándose con la esperanza de tener una mayor interacción), y vi los genitales de 11 de ellos. También he respondido (y rechazado subsecuentemente) múltiples solicitudes de desnudos por encima de la cintura (a pesar de estar claro que los pechos de Bailey aún no se han desarrollado) y desnudos por debajo de la cintura.

El guión que vemos es prácticamente el mismo.

Eres muy linda.

Deberías ser modelo.

Soy mayor que tú.

¿Qué harías si estuvieras aquí?

¿Tocarías mi pene si estuvieras aquí?

¿Alguna vez has visto uno, nena?

Nena. Siguen llamándola nena sin una onza de ironía.

Nena, eres muy hermosa.

Habla conmigo, nena.

Quiero que pongas tu boca en mi pene, nena.

Vamos a video llamada, nena.

No seas tímida, nena

Bailey es una niña. Libby, Kait, Ava, Alessia, Lena, Isabella. Todos mis personajes lo son – legalmente, emocionalmente, físicamente, intelectualmente. No tienen una agencia, ni capacidad para dar su consentimiento. Quizás la sociedad ama señalar y culpar a las víctimas (¿Qué estaba vistiendo??), pero la respuesta sigue siendo la misma. Todas son niñas. Y como en todos los casos de abuso, un niño nunca es culpable.

*  *  *

Ya es casi medianoche. Dejé de tomar videollamadas hace una hora, pero mis dedos han estado escribiendo febrilmente. Mi cabello está atado en una cola de caballo y estoy bebiendo agua como si hubiera corrido una maratón. “El cuerpo lleva la cuenta,” como dice el dicho, y mi cuerpo está derrotado. La parte posterior de mi camiseta está empapada, mis ojos están llorosos, me duele el cuello, y mi corazón está un poco enfermo.

En el transcurso de la semana, más de 52 hombres han contactado a una niña de 11 años. Nos sentamos con esa estadística mientras apagamos sobriamente el televisor y la cámara.

El trabajo – aunque no necesariamente físico – es emocionalmente agotador. La mayoría de nosotros en el equipo tenemos hijos, algunos de ellos de la misma edad que los personajes que interpreto. Golpea demasiado cerca de casa, pero no tienes que se padre para estar devastado por la depredación de los más vulnerables de la sociedad.

La noche ha llegado a su fin, pero cada una de las conversaciones y fotos todavía deben ser ordenadas, organizadas y embaladas para ser enviadas a nuestros contactos en las fuerzas policiales. Cualquier evidencia material de abuso sexual a menores es enviada a NCMEC, el Centro Nacional para Menores Desaparecidos y Explotados (por sus siglas en inglés).

Le envío un mensaje de texto al agente de policía con el que trabajo más de cerca y le doy una actualización de estado. Todos empacamos para ir a casa, y francamente, todos lucimos un poco golpeados. No puedo escribir esta línea sin sonar completamente auto-engrandecida, pero la dolorosa verdad es que este trabajo es duro y agónico y literalmente nos mantiene despiertos en la noche. Podríamos parar. Bombear los frenos. Dirigir nuestra atención al día a día de la empresa.

Pero la simple verdad es que sabemos lo que está en riesgo. La ganancia más obvia – estamos ayudando a las autoridades a identificar depredadores sexuales y no solo llevándolos ante a la justicia, sino evitando que abusen de más niños. También estamos educando a los padres y escuelas sobre la increíble realidad que existe en línea. Y desde un punto de vista técnico, estas horribles conversaciones están entrenando a la Inteligencia Artificial de Bark para ser cada vez mejor para monitorear los signos de abuso sexual a menores.

La realidad brutales que un depredador no tiene que estar en la misma habitación, edificio, o incluso país para abusar de un niño.

Pienso en mis hijos. En los hijos de mis compañeros de trabajo. En mí misma hace unas décadas cuando era una joven, insegura e impresionable adolescente. Pienso cómo me habría sentido siendo Bailey. Cómo me habría guardado los abusos para mí misma, por miedo a que me avergonzaran o me culparan. Cómo habría sufrido con esto de forma secreta y silenciosa. Cómo habría sido una víctima silente. Cómo no me gustaría eso para ningún otro niño – los míos o los de alguien más.

La realidad brutal es que un depredador no tiene que estar en la misma habitación, edificio, o incluso país para abusar de un niño. Y eso es lo que están haciendo – sometiendo a los niños a abusos psicológicos y sexuales.

Conocer la omnipresencia de la depredación en internet no es una carga. No realmente. Es un regalo. Uno que nos ayuda a cambiar la situación de los abusadores. Nuestro trabajo ha llevado al arresto de personas que han demostrado la propensión y la voluntad de hacer daño a los niños. La tecnología ha cambiado y por lo tanto también lo han hecho los métodos mediante los cuales los depredadores encuentran, se comunican y hacen daño a los niños. Si ellos pueden usar la tecnología para abusar de los niños, nosotros podemos utilizar la misma tecnología para detener sus crímenes.

En casa, no soy Bailey. Soy una madre de 37 años con medias de lana, cargando el lavavajillas y ayudando con las tareas. Una de mis hijas está aprendiendo sobre dichos, proverbios e idiomas. Ella los lee en voz alta en su cuaderno.  Agarrar el toro por los cuernos. En las buenas y en las malas. Matar dos pájaros de un solo tiro.

“Mamá,” me mira, con el lápiz en el aire. “¿Estás de acuerdo en que la ‘ignorancia es una bendición’?” Me lavo las manos y las seco con una toalla. La veo tomando notas. Soy una madre parcial, pero ella es maravillosa. Llena de alegría, ingenio y curiosidad, como imagino que sería Bailey.

“No, cariño. No estoy de acuerdo con eso,” le digo resueltamente, tirando de la silla para sentarme junto a ella en la mesa de la cocina. Me apoyo sobre mi codo y miro su tarea. “El conocimiento es un regalo.”

Me lo repito a mí misma mientras regreso y limpio el mostrador. Lo digo en serio. Incluso en los peores días, lo digo en serio.

Descargo de responsabilidad. A pesar de gran cantidad de precauciones y debido a investigaciones criminales en proceso, los nombres – incluyendo el del autor – y los detalles inconsecuentes han sido editados para mayor privacidad y claridad.

Sloan Ryan dirige el Equipo de Proyectos Especiales en Bark, una empresa de tecnología comprometida con la seguridad de los niños. Puedes enviarle un correo electrónico a sloane.ryan@bark.us.

Bark helps families manage and protect their children’s digital lives.

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